Con Fran Perea y Fernando Soto
Manuel, un maestro rural que vive feliz y apaciblemente con su mujer y sus tres hijas menores de edad, un día cegado por el sol atropella en un cruce al ciclista Acebal y destroza su bicicleta. El ciclista se muestra muy apenado por este hecho y despierta la compasión de Manuel.
El hombre atropellado visita al maestro dos días después en su casa a horas intempestivas para paliar su soledad y para salir a montar juntos en bicicleta. Desde el primer momento el atropellado inspira un sentimiento de repulsión en el maestro que apenas sabe cómo disimular. El atropello hará que surja un vínculo fuerte, tenaz y sumamente destructivo entre ambos personajes. El ciclista Acebal se infiltrará cada vez más en la vida familiar y laboral de Manuel hasta convertir su existencia en un tormento y al final hará que su presencia resulte tan sofocante como necesaria, y todo llegue a un punto de no retorno.
Manipulación, culpa, deseos ocultos, personajes oscuros y extremos, más otra cantidad de ingredientes asoman en este Ciclista utópico en el que dos personajes, el que provoca el accidente y el accidentado, se meten a la vez en un túnel en el que quizás ni siquiera se ve la luz de la salida. Un texto incómodo. Una relación incipiente y oscura que desnuda a su vez otras relaciones en el entorno de los personajes. Humor duro y con el sarcasmo suficiente como para importunar.
Dos personajes, dos actores al servicio de la historia; y una historia humana y descarnada que no dejará indiferente al espectador que se verá reflejado en... ¿En cuál? Después de ver el montaje, si se anima; nos lo confiesa.